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Cuando solté el control y encontré paz

  • Foto del escritor: Ram Barreda
    Ram Barreda
  • 8 ene
  • 3 Min. de lectura

Sentirme atrapado en una montaña rusa de emociones fue la señal que necesitaba para buscar un cambio. Recuerdo un momento particular en mi vida, cuando las decisiones impulsivas y las emociones desbordadas me consumían. Era un caos donde cada elección se sentía como una apuesta arriesgada, y la incertidumbre había dejado de ser pasajera para convertirse en mi compañera constante. Buscaba formas de escapar, convencido de que tenía el control, pero en realidad me hundía cada vez más. En medio de esa tormenta interna, comencé a buscar un camino hacia la confianza en algo más grande que yo: mi ser superior.


El caos y la montaña rusa


En este despertar espiritual en el que me encuentro actualmente, se me pidió que confiara en Dios y le entregara todas las decisiones de mi vida. Fue un desafío enorme porque, por naturaleza, soy soberbio y egocéntrico. Sin embargo, decidí dar ese paso. Estaba cansado de la vida que llevaba: una existencia ingobernable en la que buscaba maneras de autosabotearme y autodestruirme. No me quería, y siempre estaba inconforme con mi realidad, enfocándome en lo que no tenía: un mejor ingreso, el puesto de mis sueños, más viajes. Todo esto se intensificaba con las redes sociales, donde las vidas perfectas de otros me llenaban de frustración.

Este egoísmo me llevó a desear más y más. Pero fue solo cuando estuve harto de estar harto que decidí cambiar, mejorar y reconectar con la persona que realmente soy.


La reflexión que cambió todo


Entendí que, por mi cuenta, era incapaz de tomar decisiones acertadas. Una historia que escuché me hizo abrir los ojos:

"Imagina que vas a hacer una caminata con una mochila muy pesada. Alguien en excelente forma se ofrece a cargarla por ti. ¿Te detendrías cada 30 minutos para quitársela y volver a cargarla tú porque está muy pesada? No. Confías en que esa persona puede llevarla mejor que tú."

Esto me hizo ver cómo, desde mi ego, quería tener el control de todo, jugando a ser Dios.

Desde hace mes y medio, estoy entregando mi vida a Dios con humildad, diciéndole: "Dios, entiendo que no puedo tomar buenas decisiones. Te pido que me ayudes y que pongas en mi camino lo que necesito. Prometo aceptar lo que me traigas."


Los primeros frutos de soltar el control


Parece increíble, pero en este corto tiempo he encontrado cierres necesarios. Por ejemplo, me topé con una persona a quien quise mucho y que había estado presente en mi mente. Aunque no hablamos, me di cuenta de que ya no sentía nada por ella, solo un buen recuerdo. También logré dar cierre a mi relación con mi ex. Hoy agradezco que Dios me haya liberado de expectativas hacia los demás, preparándome para una futura relación donde pueda entregarme al cien por ciento, sin esperar nada de nadie.


El camino de la serenidad


Una frase que me impactó fue: "Las personas espiritualmente activas no son débiles; son fuertes." En mi caso, aceptar que perdí el rumbo fue un golpe directo a mi ego. ¿Cómo es posible que yo, Ramses, una persona inteligente, guapa y viajada, haya dejado que mi vida se desviará? Soltar las riendas de mi vida y aceptar mi derrota no fue fácil, pero una vez que lo hice, comenzé a ver la mano de Dios en mi vida.

Esto no sucede de la noche a la mañana. Requiere tiempo y paciencia, algo que me cuesta mucho porque soy una persona impaciente. A pesar de ello, elegir la serenidad me ha permitido afrontar los problemas con confianza en que se resolverán en el momento y la forma que Dios tiene planeado para mí.


Mi invitación para ti


Te invito a que busques a ese ser superior y le entregues tu vida. Poco a poco, comenzarás a sentirte mejor. Si estás pasando por situaciones complicadas, ten la confianza de acercarte a mí. Nunca te juzgaré, y siempre encontrarás en mí un lugar seguro para hablar de lo que necesites.

Hoy agradezco y me siento en paz, algo que no experimentaba desde hacía mucho tiempo. Aunque los problemas persisten, tengo dos caminos:

  1. Elegir la amargura y esperar que mis problemas se solucionen por sí solos.

  2. Elegir la serenidad, aceptando que las dificultades se resolverán en el tiempo y de la manera que Dios ha planeado.

Claramente, elijo la segunda opción. Confío en Dios, pero también me comprometo a trabajar en mí mismo para estar preparado cuando el momento llegue.


Reflexión final


No estás solo. Comienza hoy a dar pequeños pasos hacia esa paz que tanto buscas. Confía, trabaja en ti, y prepárate para recibir lo que la vida tiene reservado para ti. Gracias por seguirme leyendo. Los quiero.


 
 
 

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