top of page

UN AÑO

  • Foto del escritor: Ram Barreda
    Ram Barreda
  • hace 1 hora
  • 3 Min. de lectura

Hoy cumplo un año. Un año de elegirme. De dejar de escaparme de mi propia vida y empezar a habitarla.

Hace doce meses estaba roto: sin amor propio, sin motivación, sin ganas de despertar. Vivía con máscaras, mintiéndole a todos —y peor aún, a mí mismo— solo para sentir que pertenecía. Era un camaleón que se adaptaba a lo que la gente esperaba de mí, aunque por dentro me estuviera apagando.

Pero hoy no. Hoy me muestro tal cual soy. Sin disfraces, sin personajes, sin querer impresionar a nadie.

Este año ha sido un proceso: incómodo, doloroso, hermoso. Recuperé poco a poco una relación con mi ser superior que tenía abandonada. Entendí que no estaba destinado a vivir una vida miserable. Vi que la vida sí puede ser bonita cuando dejo de sabotearla.

Volteo atrás y me sorprende lo lejos que estoy del hombre que fui hace un año. Ya no vivo en piloto automático. Ya no sobrevivo: vivo. Me permito estar presente, sentir, disfrutar lo simple: un café, un libro, la sonrisa de Kaiser en el parque, una tarde tranquila con mi familia. Todo eso que antes no podía ver porque estaba demasiado ocupado escapándome de mí.

También aprendí a soltar. Personas se fueron, otras se alejaron, algunas las perdí por mis propias acciones. Me dolió, pero entendí que nadie está obligado a quedarse mientras yo no sepa quedarme conmigo mismo. Hoy elijo quererme más de lo que quiero aferrarme a alguien.

Y soltar también significó soltar el control. Soltar la urgencia de que mi vida siguiera el guion que yo inventé: pareja, casa, estabilidad, familia a los 30. Hoy acepto que ese plan no era mío. Hoy entiendo que mi camino está en la recuperación personal y espiritual. Y que desde ahí, desde esa raíz, vendrá todo lo demás.

Este año acepté mi realidad. Pude elegir frustrarme porque no es la vida que yo imaginaba… o aceptarla y trabajar para sacarle lo mejor. Elegí lo segundo.

Aprendí a ser responsable. A entender que cada decisión trae consecuencias. A dejar de victimizarme. A pedir perdón. A perdonarme.

Sé lo que es tocar fondo. Sé lo que es no querer seguir. Y por eso mismo, hoy no me rindo. No quiero volver ahí.

Aún tengo mucho por trabajar: mi ego, mi egocentrismo, mi tendencia a creer que mis problemas son más grandes que los de los demás. Quiero aprender a ser un compañero real el día que la vida ponga a alguien a mi lado. Honesto, presente, empático. No perfecto —nunca listo al cien— pero sí consciente y responsable.

Me falta camino, sí. Pero por primera vez en años, tengo esperanza.Y tengo ilusión.

Hoy elijo cuidarme: dormir bien, comer mejor, mover mi cuerpo, no hablarme como enemigo.Hoy elijo ser una mejor versión de mí, aunque sea un paso a la vez.

Y aprendí algo que cambió por completo mi manera de ver la vida:los mejores y los peores días tienen la misma duración. Ambos duran 24 horas.Y saber eso me recordó que nada es para siempre: ni el dolor, ni la tormenta, ni la culpa… pero tampoco la luz, la calma o la euforia. Todo pasa. Todo cambia. Y mi único trabajo es mantenerme presente y seguir avanzando, aunque sea milímetro a milímetro.

Hoy, más que celebrar un logro, celebro un camino.

Celebro haberme sostenido incluso cuando nadie se dio cuenta.

Celebro haber elegido vivir.

No sé qué venga después. No sé qué voy a perder, a ganar, a descubrir o a dejar atrás.

Pero sí sé que ya no me abandono.

Y con eso basta para seguir.

Un año.Un día a la vez.

Y aquí sigo.

Presente, despierto, vivo.


RAM

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
Agosto

Por fin llegó agosto Y sí... ya es agosto. No sé en qué momento pasaron tantas cosas, pero aquí estoy. Un poco más despierto, un poco más...

 
 
 

1 comentario


Julie Desmon
Julie Desmon
hace una hora

Continues de prendre soin de toi, de ta santé et de ton cœur. Je suis contente de te lire depuis un an et de voir tes avancées sur toi même. La vie est si belle quand on la regarde d’une autre manière.

Avec toute mon admiration.

J.


Editado
Me gusta
bottom of page